Derek Walcott: Ciertas tristezas no son inmensas, sino fatales
Volcán Joyce le temía a los relámpagos, pero los leones rugieron durante su sepelio desde el zoológico de Zurich. ¿Era Zurich o Trieste? No importa. Éstas son leyendas, en tanto sea leyenda la muerte de Joyce, o el fuerte rumor de que Conrad ha muerto, y que Victoria es irónica. Al borde del nocturno horizonte desde esta casa de playa en el acantilado, pueden mirarse ahora, hasta el amanecer, dos resplandores que llegan —millas mar adentro— desde las plataformas petroleras; se asemejan al resplandor de un puro o al resplandor del volcán al final de Victoria . Uno podría abandonar la escritura por las señales lentamente ardiendo de lo grandioso, y ser, en cambio, su ideal lector, reflexivo, voraz, haciendo que el amor por las obras maestras sea superior al intento de repetirlas o superarlas, y convertirse en el mejor lector del mundo. Por lo menos esto requiere asombro, algo que se ha perdido en nuestro tiempo; demasiada gente que lo ha visto todo, demasia