Conmovedor poema de Mori Ponsowy. ¡Buena y larga vida, amiga! ::::::: Mi madre y yo Había que hablar del tiempo. Al fin y al cabo no era tan difícil: del aguacero inesperado y de cómo barrió las últimas chicharras, del picaflor que hizo un nido en el jardín y venía a la cocina a saludar, de la flor del apamate, el perfume de los bucares, o la dirección del viento. Había que hablar del tiempo. Pero qué podía importarme el tiempo, si me importaban las teorías y los libros, si me importaba el sexo y, sobre todo, el acontecer único y descomunal de mi propio corazón. Al lado suyo, nada eran las nubes y su dirección impredecible, los pronósticos del Observatorio Cajigal para el día siguiente. Como ostras en el fondo del mar cultivamos una perla de silencio entre las dos. Alguna vez ella intentó acercarse, abrir apenas su cápsula bivalva, estirar su seudópodo hasta acariciarme. Pero era pegajoso y húmedo, empezaba a tener los signos de la vejez, y mi piel se erizaba co