HD: Dios del acantilado, ¿te das cuenta de lo lejos que están los bordes de tu casa, cuánto tuve que andar?
El templo del acantilado I Amplio portal brillante, borde de roca, rocas fijadas en salientes largos, fijadas al oscuro, plateado granito, a una roca más clara —un corte limpio, blanco contra blanco. Ninguna cabra, arriba —arriba—, trepa, ni oveja alguna pisa tu suave hierba; te alzas, borde del mundo, pilar celeste. El mundo se elevó: estamos junto al cielo; sobre nosotros chillan los halcones, planean las gaviotas —el terrible oleaje queda mudo desde este lugar. Abajo, al filo de la roca, donde la tierra es presa de fisuras del roto acantilado, un arbusto resiste al vendaval, se dobla —pero huelen sus blancas flores a esta altura. Y bien abajo, ruge el viento: silba, retumba, gruñe —aplasta la hierba con su gran pie. II Dije: ¿debo seguirte siempre, siempre, a través de las piedras? Casi te alcanzo. Escapas