ELBA SERAFINI/ ¿Alguien, además de una madre conoce el pequeño escalofrío que hay en la abnegación? cruje el hogar hace su despliegue incandescente y sin embargo todo abrigo no alcanza para empezar el día.
Los poemas de Elba Serafini pueden leerse como ajustadas crónicas naturalistas pero lo crucial en ellos no es lo que se ve sino lo que apenas se roza. Poemas de lo fugaz e irreversible, construidos sobre lo que quizás fue. El ojo avizor que registra en el parpadeo más que en la travesía, el oído que en el ruido del mundo ausculta el ronroneo, el murmullo. El escalofrío que provoca la perplejidad: conozco o desconozco. Son poemas escritos alargando el oído al imperceptible crac de la rama que ¿pisamos o creímos pisar? Poemas de la pregunta; los he leído larga, repetidamente y siempre encuentro el sustrato, esa manera tan personal de Elba de interpelar lo oculto en lo cotidiano, en el viaje, en la caminata, en el recuerdo de la infancia, su personal registro de las catástrofes mínimas, su relato de la destrucción y construcción del mundo donde nada es trágico, pero todo muere o morirá con la misma vitalidad con la que nace. Hoy vuelvo a leerlos y celebro el asombro qu...