Nos perdemos en los paisajes de esa belleza melancólica casi insoportable de Marc Yankus y pensamos en la felicidad de la mano de Louise Glück en traducción de Mirta Rosenberg
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La Musa de la Felicidad Las ventanas cerradas, el sol que asoma. El sonido de unos pocos pájaros; el jardín empañado por un ligero vaho de humedad. Y la inseguridad de la gran esperanza esfumada de repente. Y el corazón aún alerta. Y mil pequeñas esperanzas que nacen, no nuevas pero sí recién admitidas. Afecto, comer con amigos. Y la estructura de ciertas tareas adultas. La casa limpia, en silencio. La basura que ya no es necesario sacar. Es un reino, no un acto de la imaginación: y todavía muy temprano, se abren los capullos blancos penstemon. ¿Es posible que por fin hayamos pagado con suficiente amargura? ¿Qué no se exija sacrificio, que la angustia y el terror se hayan considerado suficientes? Una ardilla corre sobre el cable del teléfono, con una corteza de pan en la boca. Y la estación demora la llegada de la oscuridad. De manera que parece parte de un gran don que ya no hay por qué temer. ...