Selva Almada/ Estaba el olor de la profundidad del monte. No del corazón del monte, si no de mucho más adentro, de las entrañas, podría decirse.
Aquí unos párrafos elegidos de ese hermoso libro que escribió Selva Almada “El viento que arrasa”. Abajo, una nota de Beatriz Sarlo sobre el libro. :::: Pero el Bayo no se sentó de repente porque sintiera el abandono de sus pulgas. Otra cosa lo había arrancado del sopor seco t caliente y lo había traído de vuelta al mundo de los vivos. Los ojos color caramelo del Bayo estaban llenos de lagañas, la delgada película del sueño persistía y le nublaba la visión, distorsionaba los objetos. Pero el Bayo no necesitaba ahora de su vista. Sin moverse de su posición alzó levemente la cabeza. El cráneo triangular que terminaba en las sensibles narinas tentó el aire dos o tres veces seguidas. Devolvió la cabeza a su eje, espero un momento y volvió a olfatear. Ese olor era muchos olores a la vez. Olores que venían desde lejos, que había que separar, clasificar y volver a juntar para develar qué era ese olor hecho de mezclas. Estaba el olor de la profundidad del monte. N