TOM MAVER/ LA IDEA era hundir los pies en la arena caliente cerrar los ojos y desaparecer, dejar sólo los pies como se deja la mirada frente al mar.
En este jardín mantenemos la sana costumbre de pastorear con mansedumbre y pasar el tiempo en compañía de quienes nos gustan, nos encantan, nos emocionan y admiramos. Desde hace varios días un libro nos ilumina. Aquí compartimos los primeros y los últimos poemas de Yo, la incesante nieve (Huesos de Jibia, 2009) al que recomendamos devorar suavemente y por completo. ¡Muchas gracias, querido Tom! A LO LARGO de mi vida construí muchas casas. De todas me fui, las dejé vacías, plenas. Entre una y otra fui encontrando una soledad donde mi alma aprendió que lo que amamos no tiene protección. Ninguna de ellas me pertenece. Para mí, las paredes, los cuartos de baño, las piezas, responden sólo –ahora lo veo a la tenue organización de la nada. ¿Cómo dejar intactos los cimientos de mi errancia, si todas las puertas están abiertas para que llegue a cualquier punto de su ...