La irresistible lujuria de ciertos jardines
Fin de semana de lecturas en un voluptuoso jardín otoñal sobre la irresistible lujuria de ciertos jardines. :::::::::: Canto II Yo lo veía caminar delante de mí por la falda poblada de hierba maligna e inocente, en uno de los lugares del mundo donde, todavía con todo lo que ha pasado, lo que importa es la hierba…las matas de hierba acumuladas por la primavera como manadas de mendicantes, con olores gitanescos, en la pureza compacta de las épocas agrestes –la retama, inmortal, la pobre acacia pasajera – que solamente en aquel momento del año gozaba de su triunfo: de grandes, frágiles flores, acumuladas unas sobre otras, que hedían como la desvergüenza de los estúpidos, de los inocentes; o los saucos, bien cálidos, los transparentes aromos, y los otros árboles puros: la morera, la viña, la encina –y otros un poco más misteriosos, comunes en las zonas bajas: el álamo, el aliso, el sauce-; y el eucalipto, feroz con melenas grises, rojas: recuerdos de otros climas, la c