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MORI PONSOWY: Le gustaba hablar del tiempo. ¿Pero cómo podía importarme a mí el tiempo cuando sólo me importaba la tormenta -única, descomunal- de mi propio corazón?

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MI MADRE HABLA EN MÍ Le gustaba hablar del tiempo: del aguacero inesperado y de cómo barrió las últimas chicharras; del picaflor que hizo un nido en el jardín y venía a la cocina a saludar; de la flor del apamate; del perfume de los bucares; de la dirección del viento. Le gustaba hablar del tiempo. ¿Pero cómo podía importarme a mí el tiempo cuando sólo me importaba la tormenta -única, descomunal- de mi propio corazón? Ante su latir ensimismado, las nubes no eran nada, ni la presión del aire, ni la dirección del viento. La meteorología -toda: su suma de corrientes, frentes atmosféricos, perturbaciones súbitas- se evaporaba como una gota de agua bajo el ardor de mi vida ensimismada. Le gustaba hablar del tiempo: podar los rosales; poner la mesa como debe ser. Y a mí… A mí sus palabras me empujaban a un cansancio mudo, a un hastío desesperado, a una impaciencia que me escocía hasta dejarla hablando sola: ¡huir de ahí