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Wallace Stevens/ Yo no sé si prefiero la belleza de las inflexiones o la belleza de las insinuaciones, si el nido silbando o después.

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1 Entre veinte cerros nevados lo único que se movía era el ojo de un mirlo. 2 Yo era de tres pareceres, como un árbol en el que hay tres mirlos. 3 En el viento de otoño giraba el mirlo. Tenía un papel muy breve en la pantomima. 4 Un hombre y una mujer son uno. Un hombre y una mujer y un mirlo son uno. 5 Yo no sé si prefiero la belleza de las inflexiones o la belleza de las insinuaciones, si el nido silbando o después. 6 El hielo cubría el ventanal de cristales bárbaros. La sombra del mirlo lo cruzaba de un lado a otro. La fantasía trazaba en la sombra una causa indescifrable. 7 Oh, delgados hombres de Haddam, ¿por qué imagináis pájaros dorados? ¿No veis cómo el mirlo anda entre los pies de las mujeres que os rodean? 8 Conozco nobles acentos e inevitables ritmos lúcidos; pero también conozco que el mirlo anda complicado en lo que conozco. 9 Cuando el mirlo se perdió de vista señaló el límite de un