Lo bueno en las horas de deleite
La necesidad de ganar o amasar tu pan, el sueño, el amor, la ropa limpia que te pones, un viejo libro que relees, la sonrisa de la negra o del sastre polaco de la esquina, el olor de los arándanos maduros y el recuerdo del Partenón. Todo lo que era bueno en las horas de deleite sigue siendo exquisito en las horas se desvalimiento. Los que cambian de opinión en la desgracia, como los que se convierten en el momento de morir, confiesan con ello que han vivido mal.
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Hallar, por placer, lo equivalente a la notación musical o al lenguaje de los números. O si no, la obscenidad más completa, los monosílabos más simples, a condición de dirigirse a un oído lo bastante puro, lo suficientemente desprovisto de miedos vanos... O que lo indecible sea apaciblemente aceptado como tal.
La gran Margarita, en peregrina y extranjera. XIV. Cuaderno de notas, 1942-1948.
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Viernes a la noche, lecturas, cavilaciones, morriña, una alegría, ideas, sonidos, pasado, presente y futuro, hasta, finalmente, encontrar la palabra que cuaja el sentido de todo lo que se ha escudriñado al poner la atención necesaria sobre el vals emocional del viernes de luna menguante.
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