ALEJANDRO CROTTO: de lo que abunda el corazón hable la boca




Alejandro Crotto escribió el bellísimo libro Abejas (Ed. Bajo la luna 2009)
Desde que lo tuve en mis manos fue un libro favorito, de lecturas sucesivas y reiteradas en lugares distintos, geografías diferentes, pero siempre me brindó palabras apacibles, versos dichos por una voz amable, decorosa y sin vibraciones forzadas. Una voz que celebra la abundancia en lo bueno y  que recibe y cuenta lo que alegra y otorga felicidad o calma.
La poesía de Crotto no está sometida a ningún capricho aparente, con un decir ligero y profundísimo al mismo tiempo, su versos celebran pequeños/inmensos acontecimientos, que sólo al escribirlos parecen habilitados para establecer algo de verdad.
En el universo poético de Crotto hay una abundancia de bondad esbozada en medio del silencio, con cuidados y sonoros versos, que se disfrutan como las caladas del cigarrillo que acompaña la meditación en la hora que la sorpresa ante la naturaleza encuentra su sentido y se despliega.
La hora en que la que si se oye bien uno puede no cometer ninguna imprudencia que desajuste el momento sagrado en el que por fin, lo que abunda en el corazón habla.
Aquí algunos de sus poemas.

Las palomas

Hay que ponerse rápido las medias
porque el piso de piedra está frío; en la cocina
desayunamos leche, pan con manteca y miel,
después salimos a cazar palomas
con nuestro rifle de aire comprimido,
mi hermano y yo con menos de once años
y con botas de goma, camisa gruesa a cuadros y balines
en el bolsillo –dos o tres,
los próximos a usar, van en la boca.
Vamos dejando huellas en la helada que empieza a deshacerse,
vamos alerta entre las ramas de los plátanos,
los altos eucaliptos, el nogal, las casuarinas,
los álamos del haras, la pileta,
un tiro cada uno, caminando,
señalando de a ratos las copas del otoño.

Después, detrás del lavadero, entre frutales,
las desplumamos y las destripamos:
sosteniendo en la izquierda el peso tibio
vamos sacando plumas con la otra,
las más largas y duras en la cola y el ala,
las fáciles del pecho,
las cortitas y oscuras de la espalda, las más suaves
en el flanco, debajo de las alas en la axila;
van quedando en los yuyos enredadas hacia el lado del viento,
pegadas en las manos, suspendidas del aire
cuando se arremolina de repente;
después vamos vaciando el cuerpo, mucho más chico
ahora en relación a la cabeza: primero el buche,
a veces con semillas de girasol intactas que se pueden comer,
apenas agrias, y metiendo con fuerza los dedos hacia arriba
donde termina el esternón, girándolos
dentro del cuerpo todavía caliente, agarrando y tirando para abajo,
arrancamos los largos intestinos y la panza, sacamos los pulmones
como una esponja rosa pegada a las costillas,
los riñones, el hígado, el quieto corazón,
que los perros atrapan sin que toquen
el suelo; en la canilla lavamos las palomas
y les cortamos la cabeza, las atamos
subidos a un banquito de la pata a un alambre hasta la noche.

Las manos queman por el frío del agua,
brillan los cuerpos en el aire, al sol; la vida
es material, y la materia
es difícil, sagrada.
::::::
Mediodía

Bajo el cielo sin nubes, en la mesa, ahí están:
tallarines con salsa de tomates,
un pan quebrado y agua, vino.

Ahí está la harina con el huevo y las manos.
Ahí está el trigo, las uvas que tomaron sol y noche,
y los tomates destruidos, salpicados de queso,
el agua limpia.

Ahí están: mirá y olé y masticá feliz, devotamente
::::::::
En el haras Vadarkablar

Hasta el corral de tierra y tablas
trajeron al retajo,
un criollo sin halo genealógico,
sin nombre inglés o propio o sangre pura,
a que probara conocer si estaba lista la alazana
alzada como un dios entre jejenes en la luz amarilla de la tarde
con tormenta de fondo; a ver si estaba honda y dispuesta,
veterinarios jóvenes de blancos guardapolvos entreabiertos
entraron el retajo lazo al cuello, y el caballo
meneaba cabizbajo entre resoplos la cabeza y de repente
la levantaba señalando a la alazana espléndida; y la yegua
tirante, sus ollares finísimos alerta, casi ciervo,
miraba de reojo mientras daba su grupa florecida,
y se hizo agua un poquito, se iba abriendo, parpadeaba
su sexo, y apartaba la cola, y el criollo
era potencia aproximándose creciente
hasta montar la yegua y lo desviaron
las manos enguantadas, lo sacaron tirándolo del lazo y uno dijo
“está lista, buscalo al Equalize que por las dudas la maneo”
y mientras se acercaba por momentos de costado
luego enseguida pecho al frente,
desplegándose altivo, cabeceando
el aire que rompía al paso fino,
el padrillo valioso, se llevaron al otro hasta un corral
con bebedero hasta mañana, y el retajo
ya manso, hocico en agua,
temblaba en ráfagas oscuras
con mínimos relámpagos, no había viento,
se venía la noche.
::::::::
Le hablo a su cuerpo que duerme


Ahí estás: un animal desparramado que respira
en la luz verdadera de la siesta,
y hace un rato tu ritmo trotó rápido, cuerpo
largo y sembrado y tibio.

Huelo tu olor; huelo tu olor revuelto, fértil.
:::::::
De lo que abunda el corazón hable la boca

En esta viva sal quedémonos que quema
sin consumir; en esta levadura
que de los huesos secos saca abejas, miel
multiplicada; en esta savia
que en el bloque del pecho
irriga un corazón de carne
y despierta los ojos
con su corriente limpia,
y remontémosla
dejándonos
en el fermento de sus uvas cada
día. De lo que abunda
el corazón hable la boca.
Aquí las cuidadas traducciones y selección de poemas que publica en su blog http://losporquesdelarosa.blogspot.com/
Aquí los elogios que Diana Bellesi le hizo
 

Pocas veces el primer libro de un poeta joven irrumpe en la escena de Buenos Aires con tal intensidad, y toma mi corazón por completo. Hablo de Abejas, de Alejandro Crotto, publicado por ediciones Bajo la Luna. Leí a este muchacho, por primera vez, meses antes de la aparición del libro, en Diario de Poesía, y fue tal la emoción, el estado de plenitud que me produjo, que no dudé en buscar el blog que tenía anunciado y le envié un mensaje diciéndole que sus poemas eran maravillosos. Gesto raro en mí, me asusté después de haberlo hecho, pero su austera respuesta me tranquilizó, y tardé más de dos años en conocerlo personalmente. Su erudición y su memoria me parecieron inconmensurables. También su candidez. Si ésta prima sobre aquéllas, salvando el corazón y la cabeza, Alejandro Crotto será un gran poeta, como lo es en este pequeño libro que acaba de publicar hace apenas un año.

Cuando trato de ver cómo lo logra, veo en primer lugar la masa musical que despliega cada poema, especialmente los largos, como “Las palomas”, o “En el haras Vadarkablar”. Cuenta, sin afeites, una anécdota, con un casi infaltable acento sobre la sexta, o la cuarta y la octava, mostrando en su base rítmica que no le es ajena la versificación en lengua castellana, desde el Renacimiento hasta el Modernismo, y dejando al poema ser libre en su tradición de ruptura, buscando en los quiebres melódicos el sentido que lo llevó a escribirlo. Abejas reúne tradiciones que parecen contradictorias, o al menos suele vérselas así en la arena arena local de la poesía. El ejercicio de la traducción, esa enorme escuela, retumba al mismo tiempo.

Cuenta, a la manera de la poesía, historias mínimas que se vuelven, en su envés, inmensas: caza, desplume de palomas; el apareamiento de una yegua; el instante previo a comer unos tallarines; las abejas que mueren de sed sobre una palangana de agua; etc. Y en la vibrante evocación de una imagen natural, los sentidos se agigantan.

Esto sostiene también la magia de los poemas breves, como “Hilo”, donde interrumpe la sintaxis con una larga frase comparativa, para rematar al final, con dos verbos, aquello que empezó diciendo allá atrás: “vaya salándome en su toque eso que en mí […], titila, quiere”. O de ese otro, ricamente aliterativo, cuyo final parece marcar la poética de este libro: “De lo que abunda / el corazón hable la boca”. Es fácil decir de un libro de poemas que es bueno y hermoso; es difícil explicar por qué. Ojalá estas líneas inviten a leerlo sin preguntarse nada, en la eucaristía del lector con el poema.

Comentarios

  1. Coincido totalmente. La lectura de "Abejas" es fuente, una y otra vez, de reflexión, reposo y una enorme alegría de estar y ser.

    Los poemas de A. Crotto tienen la virtud de reconciliarme con el mundo que me rodea, a veces, en su simplicidad tocan un nervio también doloroso, rasgan las cuerdas de un instrumento aún desafinado. En otros caso aplican bálsamo esencial a una llaga. En otros, sencillamente, iluminan un crepúsculo o brindan algo de sombra en medio del calor más implacable.

    Es un poeta de una enorme proyección, cuya carrera espero poder ir acompañando con mi lectura... o, más bien, que sus poemas puedan acompañar mi vida.

    Gracias por traerlo aquí.

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  2. Qué alegría me dan estas palabras tan generosas y la lectura tan profunda de los poemas de Alejandro.
    También espero que sus poemas puedan ir acompañando mi vida.
    Gracias por dejar flores tan lindas en este jardín.

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  3. Gracias a ti por abrirnos el portón a este espacio de macizos de flores perfumadas y en muchos casos ignotas...
    Es un placer y una suerte poder pasar por aquí a leer...

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