CAROLINA ESSES: Son pájaros o es la espuma que golpea como al bies la piedra





Carolina Esses, amiga, persona favorita, poeta de las profundidades y de esa naturaleza  que no contemplamos sino que nos atraviesa el cuerpo, con quien comparto el amor por la poesía y la escritura tiene un libro precioso y preciado: Temporada de Invierno.
Antes de Temporada, habíamos publicado juntas, con Cecilia Romana, Duelo, en Ed. en Danza. Nos conocimos hace varios años en un taller que dio Irene Gruss y desde allí leemos, conversamos y nos reímos mucho.
Va una muestra de sus poemas a los que considero una maravilla
(El último de esta selección me lo regaló y para mí es pura felicidad, como todos los demás, pero ese más sentimentalmente).
Hay mucho más para leer de su obra aquí http://unatemporadadeinvierno.blogspot.com/search/label/Algo%20de%20lo%20m%C3%ADo

Abajo, las reseñas que recibió Temporada.
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Como una procesión antigua
como si alguien dijera afuera está helando
una manada de bisontes ha hecho cueva
en nuestro silencio cotidiano.

Husmean
como chicos encerrados en departamentos
una huella, algo que no aburra.
Cae sobre la alfombra, exhausto, un bisonte.
¿Es su destino morir así
en lugar de dejarse llevar una noche
a través de la estepa cubierta de nieve?

En reposo pareces un animal enfermo
no herido, ni ultrajado por un cazador
sino enfermo.
¿Mueren así los animales?
¿Engañados como nosotros en la quietud del paisaje?

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Y si fuese el Capitán Frío?
¿Si el granizo que amenaza con
helarnos las entrañas
fuese sólo una pequeña muestra
de la artillería de un villano
dispuesto a barrernos de la faz del planeta?
¿Correrías de mi mano aún sabiendo
que detrás viene, no el destino
con su compasiva escala de valores
sino la tabla rasa de la nieve?

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Un insecto flota.
Se hunde.
Desaparece en el fondo turbio del agua.
Mis instrumentos sirven para extirpar
alas, aguijón,
pero éste se ahoga
resbala desde el borde rojo del balde
hacia el agua enjabonada
y nos deja
a los siete años
con nuestro afán de disección intacto
nuestra necesidad de ver las partes sueltas
desprendidas, de un tábano.

De Temporada de invierno, Bajo la luna, 2009

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Había que retratarse la una a la otra
mirarse como en un espejo.
Laura tomó el lápiz para dibujarme.
¿Ves?, dijo la profesora y corrigió un trazo
acá la boca se pierde en una línea fina, desaparece.
Nunca había pensado en mi boca de esa manera
pero ahí estaba el hilo delgado de la forma
como la cuerda por donde un audaz equilibrista
podría medir la entereza de su oficio.
¿O era la voz? Un timbre apenas audible
porque es mejor, alguien alguna vez me dijo
confundirse entre la multitud, que quedar al descubierto.

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Te imagino en un edificio casi vacío
de esos que suelen usarse para oficinas.
El pelo negro envuelto en una toalla.

Leo tu novela. ¿Es verdad que esos años
fueron así de difíciles? ¿Que el aire
te resultaba espeso, que a duras penas te abrías paso?

Caminamos. Las luces se van encendiendo
el asfalto cede al verano
y sos mucho más veloz que yo
más optimista

cuando me agarrás fuerte de la mano
porque cambia la luz de los semáforos
y si corremos, decís
podemos llegar juntas y a tiempo.

De Bucólico paisaje (inédito)

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Portugal
Saliste de casa como quien se va
a un país lejano. Portugal, podrías haber dicho.
Una pareja de turistas
camina hasta los acantilados.
¿Son pájaros o es la espuma que golpea
como al vies la piedra
allá abajo
donde adivinaban
el mar revuelto y oscuro?
Lo extraño era que ese rincón de Portugal
no parecía la Europa domesticada por el turismo
ni la agreste fotografía de playa
lo que veían
era otro paisaje;
salvo que lo negro de las rocas
se transformara por arte de magia
en arena
y el vacío en una superficie generosa
dispuesta a alivianar el peso de cualquier caída.
Portugal no suele ser un buen destino
para parejas. Por eso te saludé desde la puerta
Adiós amor mío, que te vaya bien
lo dije sin ironía ni sarcasmo. Desanudé
de un tirón mi bata
y me sumergí en la mórbida
cadencia de las sábanas.


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Salir en busca de elefantes
y encontrar sólo perros pequeños
deambulando por la sabana.
En el camino dejar la túnica,
el enjambre florido, a los pies de una acacia.
Desoir el recelo de los hombres.
Mirar cómo calman la fiebre
mujeres, en sus pozos de agua.
Engendrar con ellas el paisaje, moldear
su botánica, nuestra red de filiaciones.

Sentarnos sobre piedras nuevas
a conversar de cosas sin importancia.

a Mercedes Araujo

(inédito)

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Aquí lo que se dijo de Temporada de Invierno:
Temporada de invierno empieza en el verano. Allí, el cuerpo y la naturaleza son pura analogía. De este modo, cual un hipérbaton, la montaña, la mano y la palma están invertidos. Es como si el verano fuera el invierno o estuviera en su lugar (“Es verano. /Aquel brillo entre las piedras /podría ser la nieve”)
Por esto mismo, se imponen las formas verbales “inseguras”: el condicional, el imperfecto y algunos tiempos del modo subjuntivo imperan en el libro; no estamos seguros de nada pero estamos. Es que no hay naturaleza (como opuesto a lo humano) porque hay ilusión de naturaleza (1): hay médanos, rocas, higueras, mar y espuma de mar, espigas, pumas pero al mismo tiempo no hay nada. Así, entre ese cuerpo y esa naturaleza hay sin solución de continuidad una sola materia, una especie de cinta de Moebius que se junta y se separa del derecho y del revés.
En Temporada de invierno la comparación es la base de lo poético; es el como que une dos mundos aparentemente distintos pero tan parecidos:


“La montaña cabía en la palma
de una mano”(p.11)
“Ahora tu cuerpo es un punto entre las dunas” (p.16)
“yo había sido también la roca de
la vertiente” (p.17)
Dichosa como la nube que ahí pasa”(p.19)
Luego se llega a una identificación nuclear del texto “yo soy mi padre” (p.20) así como Rimbaud dice “Je est un autre”; como yo soy montaña, piedra, arena ad infinitum. Carolina Esses logra en esta Temporada de invierno, su nuevo poemario, un entramado poético que nos envuelve y nos protege de lo que vendrá. Así, en esta “larga temporada de invierno” se constituye una serie donde piedra y distancia, hermana y padre se encuentran en una distancia próxima, como lados opuestos de una misma hoja.
“COMO EL ABEDUL
en el confín del parque
tan a la mano
con sus hojitas de sombras suspendidas
y a la vez tan remoto.”

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Hay en Temporada de invierno , de Carolina Esses (Buenos Aires, 1974), un sentido de la fugacidad que gravita sobre cada uno de los poemas, un centro inestable que irradia desde la voz que dicta los versos, la huella de un universo precario. El viaje, las vacaciones, la circunstancia de que todo ocurra en casas, caminos y paisajes que aparentan ser de puro tránsito refuerzan el fondo vacilante sobre el que se recortan los poemas. El primero, por ejemplo, demarca un espacio que habrá de tener su continuidad a lo largo del libro, una figura compuesta por las relaciones entre el paisaje y las personas que lo habitan; la intimidad entendida como el punto donde se cruzan el mundo natural o el mundo de las cosas con las vidas de los individuos: "La montaña cabía en la palma/ de la mano. Sólo hubo que ponerle un nombre./ Cada uno debería seguir en ella su ambición/ su naturaleza, corrigió mi padre./ él, que nunca ha visto la nieve/ camina delante de mí".
De un padre a una madre, a la hermana o la amiga, a un presumible caballero que parece destinado a convertirse en "pareja", todos y cada uno son personajes de un drama sin representación, como si la autora detuviera el movimiento justamente allí donde las estaciones repiten su ciclo con obstinada, ciega indiferencia, esa fuerza que sólo puede ser quebrada por la acción de la escritura: "Escribir es un ejercicio del presente". Es ahí entonces, desde el presente, que la duración se hace posible. De amplias resonancias visuales, cada poema de Temporada de invierno -libro finalista del concurso Olga Orozco con un jurado compuesto por Juan Gelman, Gonzalo Rojas, Jorge Boccanera y Antonio Gamoneda- concentra una imagen que luego se dispersa, o mejor dicho se desdobla, persigue un eco o se repliega, en riguroso equilibro con la materia sonora que forma cada verso: "No soy hábil para medir distancias/ pero sé que entre dos piedras/ colocadas una al lado de la otra/ se abre el mismo vacío que entre dos acantilados".
“Temporada de invierno”, de Carolina Esses. Editorial Bajo la Luna. Buenos Aires, 2010.
No pocas veces un libro de poemas puede definirse por sus epígrafes. En ocasiones es más sencillo buscar pistas en su título o en los encabezamientos de las secciones que lo conforman, si es que las hay. En el caso de “Temporada de invierno”, el primer libro de la poeta Carolina Esses, lo que más se ajusta a la herramienta para comprender su contenido, es un verso. Efectivamente, en la página 20, la estrofa de un poema comienza diciendo: “El tiempo es elástico / opuesto a cualquier fotografía”. Contraposición, esa es la clave de este libro.
Por un lado, Esses muestra lo detenido, la imagen plasmada en la memoria como una fotografía imposible de variar; por el otro, se delinea la movilidad de una remembranza que va y viene entre restos, una mirada que reconoce el pasado, pero asimismo, reinventa los hechos o, mejor dicho, explica el presente sobre la base de pinceladas pretéritas.
Hay una voz profunda e innegablemente femenina en la poesía de este libro. Ya en la lectura de las primeras páginas se detecta la imagen palmaria del padre, la existencia de una amiga y una hermana que por momentos se confunden en una sola imagen de mujer. Está presente también la madre y un amor reciente al que se le hacen preguntas como en un juego, esperando que conteste mal para tener la excusa perfecta vaya a saberse para qué-, porque si respondiera bien, sería, tal vez, un amor eterno. Todo el libro está recorrido por una soledad obsesiva, un aislamiento del que se quiere escapar mediante el deseo de conseguir una casa, “un nido”, como dice la poeta, un lugar donde el volver no signifique exclusivamente conectarse con el ayer.
Pero si bien en las tres secciones que conforman este volumen, están presentes la soledad, la familia, el paisaje y la idea de casa, hay algo que resalta mucho más, y es cierto concepto de circularidad que termina por parecer una invitación al pesimismo. Valgan como ejemplo estos versos de la página 15:
Una rama cae precisa
en el espacio que le reserva el aire.
Cae o se deja caer
en un único movimiento.
Una ola, quiebra el silencio como una ola.
O estos otros que aparecen más adelante:
Pero como si cargara una fruta que se pudre
o un pedazo viejo de herramienta
camino anclada al peso de mi propio retorno.
En “Temporada de invierno”, Carolina Esses explora un espacio íntimo, plagado de evocaciones, que se va expandiendo hasta cubrir como una plantación todas sus experiencias, las presentes, las pasadas y alguna que otra que está por venir. El lenguaje es sutil y cuidado, quizás, justamente, porque se trata de hablar de algo tan sensible y frágil como lo es el recuerdo y el tópico merece ser tratado con delicadeza y corazón. Este libro, que fuera finalista en el Concurso de Poesía Olga Orozco, está construido esencialmente a partir de una mirada que revisa y mueve lo que estaba destinado a quedarse en su sitio, por eso, se trata de una poesía reflexiva, preocupada por el acontecer, sin apagones ni efectos especiales. Y lo más importante: sin golpes bajos.
Por Cecilia Romana en http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/07/31/arteyletras/ARTE-03.html


Comentarios

  1. Destaco dos poemas: el dedicado a la administradora del blog y el de la manada de bisontes.

    Conmueve esa sensibilidad silvestre, exuberante que intenta injertarse en un mundo de relaciones humanas difíciles e intrincadas. El choque entre ambos y la imposibilidad de que este injerto funcione sin que salten chispas incendiarias da una especial textura a estos poemas.

    Gracias por traerlos aquí.

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  2. Por cierto, una errata en el título: "bies"

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  3. Ja, qué bueno, gracias anónimo, me estaba haciendo ruido hace tres días en una parte perezosa del cerebro, bies es una palabra que escuché muchas veces y que siempre me gustó, pero qué días estos...gracias, me alivia que alguien me ayude.

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  4. Es cierto, entiendo perfectamente lo que dices... "bies"... tuve que pararme a pensar cómo se escribe la palabra... ;-). De todos modos, las erratas siempre contribuyen a hacer todo, en mi opinión, más humano y, de algún modo, simpático.

    Gracias a ti.

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  5. Merce, generosa amiga, gracias!! Qué linda sopresa. Y llega en el momento justo, cuando los poemas -o algún futuro libro de poemas- se me hace tarea titánica.
    Te mando muchos besos!!
    Caro

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  6. Sobre bies: sí, en posteriores versiones del poema, modifiqué a "b"... cosas que pasan.

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