Hilda Doolittle: Oh, no los compadezcas, mientras los ves caer uno por uno, pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos, pero en un cierto éxtasis
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De HD, la perfecta imaginista, tengo que decir, simplemente, que muchas veces siento que no podría vivir sin sus poemas. Es mi heroína personal.
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La vara en flor
De Trilogía, 1944-1946
Voy donde amo y soy amada
hacia la nieve;
Voy hacia aquello que amo
sin ningún pensamiento de deber o piedad;
Voy hacia donde pertenezco, inexorable,
como la lluvia que no ha cesado de caer
hacia los surcos; he dado
o podría haber dado
vida al grano;
pero si éste no crece o madura
con la lluvia de la hermosura,
la lluvia retornará a la nube,
quien cosecha afila su acero sobre piedra;
pero éste no es nuestro campo,
no lo hemos sembrado;
impiadosos, impiadosos, dejemos
el sitio de la calavera
para aquellos que lo compusieron.
Satisfechos, insatisfechos,
saciados o entumecidos de hambre,
he aquí la urgencia eterna,
la desesperación, el deseo de equilibrar
la variante eterna;
tú percibes este llamado insistente,
esta demanda de un cierto instante,
la vocación de gozar, de vivir,
no el mero afán de perdurar,
la vocación de vuelo, de consecución,
la vocación de reposo tras un largo vuelo;
pero ¿quién conoce la desesperada urgencia
de esos otros –verdaderos tal vez ahora
míticos pájaros—que buscan, infructuosos, reposo
hasta que se desploman desde el punto más alto de
la espiral
o caen del centro mismo de un círculo cada vez más estrecho?
pues ellos recuerdan, recuerdan, al mecerse y revolotear
lo que existió una vez –recuerdan, recuerdan—
ellos no se desviarán –han conocido la bienaventuranza
el fruto que satisface –han retornado—
¿y si las islas se perdiesen? ¿si las aguas
cubrieran las Hespérides? Mejor es que recuerden—
recuerden las manzanas doradas del árbol;
Oh, no los compadezcas, mientras los ves caer uno por uno,
pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos,
pero en un cierto éxtasis,
pues de ellos es el hambre
del Paraíso.
*Poemas incluidos en el libro Poemas de Helena
en Egipto, Ediciones Angria-Caracas, Venezuela, 1992.
Traducción: María Negroni y Sophie Black.
La vara en flor
De Trilogía, 1944-1946
Voy donde amo y soy amada
hacia la nieve;
Voy hacia aquello que amo
sin ningún pensamiento de deber o piedad;
Voy hacia donde pertenezco, inexorable,
como la lluvia que no ha cesado de caer
hacia los surcos; he dado
o podría haber dado
vida al grano;
pero si éste no crece o madura
con la lluvia de la hermosura,
la lluvia retornará a la nube,
quien cosecha afila su acero sobre piedra;
pero éste no es nuestro campo,
no lo hemos sembrado;
impiadosos, impiadosos, dejemos
el sitio de la calavera
para aquellos que lo compusieron.
Satisfechos, insatisfechos,
saciados o entumecidos de hambre,
he aquí la urgencia eterna,
la desesperación, el deseo de equilibrar
la variante eterna;
tú percibes este llamado insistente,
esta demanda de un cierto instante,
la vocación de gozar, de vivir,
no el mero afán de perdurar,
la vocación de vuelo, de consecución,
la vocación de reposo tras un largo vuelo;
pero ¿quién conoce la desesperada urgencia
de esos otros –verdaderos tal vez ahora
míticos pájaros—que buscan, infructuosos, reposo
hasta que se desploman desde el punto más alto de
la espiral
o caen del centro mismo de un círculo cada vez más estrecho?
pues ellos recuerdan, recuerdan, al mecerse y revolotear
lo que existió una vez –recuerdan, recuerdan—
ellos no se desviarán –han conocido la bienaventuranza
el fruto que satisface –han retornado—
¿y si las islas se perdiesen? ¿si las aguas
cubrieran las Hespérides? Mejor es que recuerden—
recuerden las manzanas doradas del árbol;
Oh, no los compadezcas, mientras los ves caer uno por uno,
pues caen exhaustos, adormecidos, ciegos,
pero en un cierto éxtasis,
pues de ellos es el hambre
del Paraíso.
*Poemas incluidos en el libro Poemas de Helena
en Egipto, Ediciones Angria-Caracas, Venezuela, 1992.
Traducción: María Negroni y Sophie Black.
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41]
Sirio:
¿qué misterio es este?
eres semilla,
grano junto a la arena,
plantado en el surco
negro como el plomo.
Sirio:
¿qué misterio es este?
te has ahogado
en el río;
los riachuelos de la primavera
empujan las compuertas del agua.
Sirio:
¿qué misterio es este?
donde el calor quiebra y agrieta
el desierto de arena,
tú eres una neblina
de nieve: blancas, diminutas flores.
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[43]
¿qué misterio es este?
eres semilla,
grano junto a la arena,
plantado en el surco
negro como el plomo.
Sirio:
¿qué misterio es este?
te has ahogado
en el río;
los riachuelos de la primavera
empujan las compuertas del agua.
Sirio:
¿qué misterio es este?
donde el calor quiebra y agrieta
el desierto de arena,
tú eres una neblina
de nieve: blancas, diminutas flores.
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[43]
Pero no caen las murallas,
no entiendo por qué;
hay un ssss-silbido,
una nueva dimensión,
desconocida, del relámpago;
estamos indefensos,
polvo y pólvora anegan los pulmones,
nuestros cuerpos chocan
al cruzar las puertas desgoznadas,
ceden los dinteles
formando un aspa;
caminamos sin descanso
bajo un aire leve
que se espesa en niebla cegadora,
entonces nos apartamos
sin demora, porque ni del aire
podemos fiarnos,
denso donde habría de ser fino
y tenue
donde las alas se separan y abren,
y el éter
pesa más que el suelo,
y el suelo se comba
como en un naufragio;
no conocemos reglas
por las que guiarnos,
somos navegantes, exploradores
de lo desconocido,
lo no registrado;
carecemos de mapa;
quizá arribemos a puerto,
a cielo.
(Traducción Natalia Carbajosa)
no entiendo por qué;
hay un ssss-silbido,
una nueva dimensión,
desconocida, del relámpago;
estamos indefensos,
polvo y pólvora anegan los pulmones,
nuestros cuerpos chocan
al cruzar las puertas desgoznadas,
ceden los dinteles
formando un aspa;
caminamos sin descanso
bajo un aire leve
que se espesa en niebla cegadora,
entonces nos apartamos
sin demora, porque ni del aire
podemos fiarnos,
denso donde habría de ser fino
y tenue
donde las alas se separan y abren,
y el éter
pesa más que el suelo,
y el suelo se comba
como en un naufragio;
no conocemos reglas
por las que guiarnos,
somos navegantes, exploradores
de lo desconocido,
lo no registrado;
carecemos de mapa;
quizá arribemos a puerto,
a cielo.
(Traducción Natalia Carbajosa)
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Oréade
Mar, agítate.
Agita tus pinares puntiagudos,
lanza tus enormes pinos sobre
nuestras rocas;
echa tu verdor sobre nosotros,
cúbrenos con un fangal de abeto.
Jardín
I
Tú eres clara, rosa,
tallada en roca, dura
como tormenta de granizo.
Podría escarbar el color
de los pétalos como
tinte desaguado de una roca.
Si pudiera quebrantarte
yo podría quebrantar un árbol.
Si pudiera sacudir
si pudiera quebrantar un árbol,
yo podría quebrantarte.
II
Oh viento, desgarra el calor,
raja el calor,
desgárralo en jirones.
La fruta no puede caer
con este aire tan denso.
No puede caerse al calor
que estruja y desnariga
las puntas de las peras
y redondea las uvas.
Corta el calor,
labra sobre él
deshaciéndolo a ambos lados
de tu camino.
Oréade
Mar, agítate.
Agita tus pinares puntiagudos,
lanza tus enormes pinos sobre
nuestras rocas;
echa tu verdor sobre nosotros,
cúbrenos con un fangal de abeto.
Jardín
I
Tú eres clara, rosa,
tallada en roca, dura
como tormenta de granizo.
Podría escarbar el color
de los pétalos como
tinte desaguado de una roca.
Si pudiera quebrantarte
yo podría quebrantar un árbol.
Si pudiera sacudir
si pudiera quebrantar un árbol,
yo podría quebrantarte.
II
Oh viento, desgarra el calor,
raja el calor,
desgárralo en jirones.
La fruta no puede caer
con este aire tan denso.
No puede caerse al calor
que estruja y desnariga
las puntas de las peras
y redondea las uvas.
Corta el calor,
labra sobre él
deshaciéndolo a ambos lados
de tu camino.
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Leda
Donde el río lento
se mezcla con la marea,
un cisne rojo alza sus alas rojas
y un pico oscuro,
y bajo el púrpura
de la parte baja de su pecho suave
extiende sus pies de coral.
A través del púrpura profundo
del calor que muere
del sol y la niebla,
a ras el rayo de sol
acaricia
el lirio de pecho oscuro
y empluma con oro más rico
su cresta dorada.
Donde el lento alzarse
de la marea
entra en el río
y lentamente vaga a la deriva
entre los juncos
y alza las banderas amarillas
él flota
donde se encuentran el río y la marea.
Ah beso real–
no más pena
ni viejas profundas memorias
que arruinen la dicha;
donde la juncia baja crece espesa,
la azucena amarilla
se despliega y reposa
abajo el suave temblor
de alas rojas de cisne
y el tibio estremecerse
del pecho rojo del cisne.
Poemas tomados de aquí y de allá, ente otros de
http://fernando-sabido-sanchez.blogspot.com/
me cambias la energía con tu jardín
ResponderEliminarGracias
HD no me era tan conocida... no se como agradecerte!
K
Pero qué bueno lo que me decís! ojo de fuego, y sobre ella HD, te animo a descubrirla, una de las poetas más lúcidas y con una obra deslumbrante, lástima que no llegó acá el libro en castellano que editaron México. Su vida es increíble también.
ResponderEliminarGracias, me cambiaste vos la energía!