JULIA MAGISTRATTI: y todo mi cuerpo tiene presión de ojo, viaje de iris, y me vuelvo absoluta porque miro a un hombre, una soga y una vaca.
En este jardín celebramos -escuchando a los gallos cantar en medio de la noche- la presentación del nuevo libro El hueso de la sombra, de Julia Magistratti, poeta que conmueve y provoca en mí la perplejidad frente a la belleza, mi estado de ánimo preferido.
¡Felicidades querida Julia!
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LAS PARTES
Lleva una soga en la mano
y la soga lleva una vaca entristecida.
Todas las vacas del mundo están entristecidas.
Y si sucede la soga y la vaca,
también sucede el hombre, velado de un ojo,
cantado en la madrugada por los gallos.
El ojo que le falta soy yo que lo miro,
y todo mi cuerpo tiene presión de ojo, viaje de iris,
y me vuelvo absoluta
porque miro a un hombre, una soga y una vaca.
Siempre somos la parte que a otro le falta.
Alguien puede ser ahora las manos que he perdido;
mi mente soplada por vientos que también son de la tierra, pero
que suceden adentro,
y mi corazón.
Alguien que tenga un músculo puede ser mi corazón
que me sobra y me falta;
que de madrugada, cuando los gallos cantan,
se abisma
y acontece lejos su abeja entre las flores.
Alguien puede tener lo que nos falta.
Yo tengo ahora un deseo demasiado grande
que se vuelve
hombre,
soga
y vaca entristecida.
Lleva una soga en la mano
y la soga lleva una vaca entristecida.
Todas las vacas del mundo están entristecidas.
Y si sucede la soga y la vaca,
también sucede el hombre, velado de un ojo,
cantado en la madrugada por los gallos.
El ojo que le falta soy yo que lo miro,
y todo mi cuerpo tiene presión de ojo, viaje de iris,
y me vuelvo absoluta
porque miro a un hombre, una soga y una vaca.
Siempre somos la parte que a otro le falta.
Alguien puede ser ahora las manos que he perdido;
mi mente soplada por vientos que también son de la tierra, pero
que suceden adentro,
y mi corazón.
Alguien que tenga un músculo puede ser mi corazón
que me sobra y me falta;
que de madrugada, cuando los gallos cantan,
se abisma
y acontece lejos su abeja entre las flores.
Alguien puede tener lo que nos falta.
Yo tengo ahora un deseo demasiado grande
que se vuelve
hombre,
soga
y vaca entristecida.
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EL ECLIPSE
Con un carbón te pintaste la cara
y tomaste el camino al espejo.
Alguien gritó “vengan a ver el eclipse”
y te quedaste alzada en tus propios brazos. Inmensa de tan triste.
Primitiva de la naturaleza.
Una madre apuró un pañuelo por si alguien decidía llorar.
-Lo que le sucede al planeta, nos sucede.
Lo has sentido cuando remontaste un barrilete
o bebiste con sed de un canal en el Perú-
Ya puedes volver a todos los espejos,
dejar piedras en los caminos
para que algo tocado por tu mano se incorpore al mundo,
o criar a tu conejo de la suerte
afinar los pastos
encontrar tu trébol.
Siempre llega el eclipse cuando están las madres cerca.
Y su secuela en la costura recién abandonada,
seguirá en los años, comiéndote los ojos.
El agua que chifla sola hirviendo en la cocina;
el gusano del durazno sumergido en su placenta;
el huevo que siempre cae cuando hay un eclipse.
Mi madre es la que gritó, con la blusa a medio prender, y el cuello
extendido al cielo.
Alguien había dejado un libro sin señalar, otro la taza por la mitad
y una sábana mojada.
Y yo no caía en cuenta.
A la hora del eclipse, mi madre
era una niña olvidadiza, tremenda de sol
que yo taparía con tierra.
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Aquí la invitación: ¡quienes puedan, vayan!
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Aquí la poeta:
Julia es magnífica. Desde ayer que estoy intentando comentarte pero no logro ingresar a la opción de "comentarios". Qué textos tan hermosos. Gracias Mercedes, un abrazo!
ResponderEliminarPD: Ya sé que te quedé debiendo algo.
Hola Verónica, gracias por pasar, ¿de vuelta en tus pagos? Cuando quieras/puedas, haceme llegar el libro!
ResponderEliminarAbrazo
Mercedes