Diego Bentivegna: Sólo flotar sobre materias claras, custodias de cardúmenes dorados, de pulpos verdes: monstruos lustrosos que el mar procrea en lo profundo o que la sal trabaja.





A Diego Bentivegna se lo conoce por sus pasiones críticas y sus traducciones -que son exactas y preciosas- y sus libros Pasiones heréticas. Selección, traducción y notas del epistolario de Pier Paolo Pasolini (Bs. As., El cuenco de Plata, 2005); Castellani crítico. Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transfigurada. Bs. As., Cabiria, 2010; Paisaje oblicuo. Ensayos sobre Pasolini, Borges, Benjamin, lectura, escritura, historia, Negri, la multitud, etc. (Bs. As., Sigamos enamoradas, 2006) y Viaggio in Italia. 8 poetas italianos contemporáneos (Bs. As., Sigamos enamoradas, 2009) y también, por esos cautivantes y gatunos ojos verdes.
Aquí sus poemas (hermosos).


LAS TRAVESÍAS (FRAGMENTOS)

Doménico y Vittorio; Rosario y Santina, mis abuelos.
Están acá. Los veo.
Partenza

El barco ahueca con su peso el agua
bajo las sombras ferrosas de la noche;
deja su surco sobre la masa blanda.

Cruza el mar verde, bordea el archipiélago
en una cálida visión adolescente;
retoza sobre mapas azules,
gira en los planisferios,
remonta las costas informes donde los ángeles reposan.

Sólo somos romeros que se pierden
entre las ondas marinas,
lechada que gime en un páramo de piedra acuosa,
con su sol rojo sobre un asfalto derretido.

Esperamos el vuelo de pájaros migrantes
sobre nuestras cabezas,
de las lentas bandadas que se arrojan
de pronto en los sembrados de una isla,
-naranjales, olivos o avellanas-,
que se nutren furiosas
en campos de legumbres y de trigo;

terribles tribus que genera el aire
en sus recodos,
que el viento lanza
sobre las espesuras movedizas.

¿Podremos esta vez aferrar aquellas fotos?
¿rescatar de la arena resabios de reliquias?
¿llevarnos a los labios ya ningún crucifijo?
¿clavar en los baúles ajadas estampitas?

Sólo flotar sobre materias claras,
custodias de cardúmenes dorados,
de pulpos verdes:
monstruos lustrosos
que el mar procrea en lo profundo
o que la sal trabaja.

Que el vaivén de las aguas escupe,
hechos ya huesos tristes,
escamas, resto, espina consumida,

a las orillas.

:::::

Líquidos
este viento que desnuda los huesos de la carne.
Yorgos Seferis
I
De todas esas cosas algunas nos llevamos,
un cuerno de marfil, las fotos de los muertos,
reliquias de la tierra, ampollas
de vidrio azul, vidrio verdoso, vidrio amarillento
con el maná que exudan los cuerpos de los mártires.

Palpita en los canales la reliquia obsesiva,
pervive en sus entrañas la sustancia
que no puede quebrarse
porque cada fragmento es, él mismo, una reliquia,
un trozo de sí mismo irreductible.

II

Pero hacia abajo
la zaga de la carne prolifera
en un pueblo de ratas;
se esparce en las cloacas,
en la brasa rojiza
que se quema en la lengua del castrado.
La arena musical se hace un solo chirrido,

como el rumor que persiste entre las púas
se aloja en la hendidura pastosa de los discos
con su voz aguzada, su mar claro,
allá donde los peces lunares se enamoran.

Una música intáctil es lo que ahora sentimos,
la sangre rítmica que a la medianoche
estalla en las almohadas:

Nápoles, líquida,
que se aleja hacia el fondo con sus calles,
como un inmenso
cuenco desventrado,
como el cadáver mórbido de un río.
:::::

Estuario
Morde l´arsura la desolazione
Montale

I

Miramos desde el barco una ciudad barrosa.

II

Leche de gotas negras, osamentas
consumidas por una brisa plácida,
floración amarilla
que nace del barro humedecido;

depósitos que flotan,
superficies donde traman sus redes
genoveses errantes que en la noche
remontarán el río;

muelles donde descansan hombres que en verano
tocan el mar en barcos de nombres luminosos:
Umberto, Sacro Cuore, Portofino,

que arman sobre el agua su precaria patria.

III

Esperan en el borde a sus dispersos lares
junto a masas nocturnas:

miran atentos el ondular verdoso,
restos de luz en círculos de melma
donde no se internan resecas las sirenas del norte,
donde no se reproducen en canales ni en botri
las anguilas

IV

Ácido, agua industrial
que se diluye en una aguada quieta,
polvo que desagota en pozos de agua extinta,

basurales filtrados
por canales sin luz
hacia el estuario,

humor que llega al mar
mezclado con ceniza.

Arroyo alucinado que se escurre
por un cauce afirmado con hormigón y hierro.

Olas oscuras que devuelven pelos,
órganos que se mueven con la muerte,
uñas que pierde en el agua la tormenta:

flotan carcasas, dientes;
llegan restos perdidos.

Estanques donde mueren en montones
góndolas y residuos,
donde siguen en siesta bajo un sol abismal
ataúdes marinos.

Publicados en Hotel Quequén IV, Ed. Sigamos Enamoradas


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