Esos bestiarios fundamentales / Rosenberg/ Moore/ Gruss









MIRTA ROSENBERG


Si alguien querría ser una tortuga
sería yo:
hacer de una sección cónica
mi propia sede prehistórica
alojada en la espina dorsal.
Ser tortuga
tiene algo de ideal:
desde joven luce arrugas
y en sentido literal
se hace mayor con los años
-a más edad
más tamaño.
Post-matrimonial,
sin lazos familiares
después de desovar,
igual a todas y cada una,
naturalmente hija de la luna,
sin embargo
no hay cisma
entre ella misma y sus lares.
Entre tantos avatares,
para mí
que estoy en mí
-puro apremio sin molicie-,
poco cuenta que sea lenta
su marcha en la superficie:
eso
me haría durar
y capaz de entrar al mar,
-que cubre dos tercios del mundo-
sabiendo que si me hundo
gano velocidad.

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GATO EN RETRATO

Se pierde el momento
de empezar
se empieza
en cualquier lado: aunque
se pierda
el gato
está ganado. Y no se espera.
Ni siquiera
el gato espera al gato.
El gato es solo
y eso le permite
inventarse
sus pasiones. Su riesgo
es saber
y de antemano
que nadie lo querrá
como querría.
Y ésta:
“Gato en el mundo,
poco profundo”,
su sentencia.
Siendo leve,
el gato es. Se sueña
con gatos cuando uno
se sale de sí mismo. El gato
rara vez
cabe en el gato.
Está
autorizado al equilibrio
y condenado
por lo mismo
a sitios relativos:
sube
y no asciende, baja
y no se hunde.
El único lugar del gato
es donde
el gato estuvo.
Según
mi amiga,
en Roma
hay siempre el mismo
gato.
Se renuevan
sin embargo
los gatos de París. Y hay
más de uno siempre a un tris
de ser feliz
aquí.
El aquí
es el conflicto del gato.
De donde mira
ve
que el mundo gira
y se marea. Gato mareado,
gato agotado. Lo pierde
lo relativo
y ni lo salva
saber que está ganado
aunque perdido.

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De Bestiario personal

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MARIANNE MOORE

A UN CARACOL


Si "la compresión es la principal gracia del estilo",
tú la tienes. La contractilidad es una virtud
así como la modestia es una virtud.
No es la adquisición de alguna cosa
que pueda adornar,
o la incidental calidad que ocurre
como un concomitante de algo bien dicho,
lo que valoramos en el estilo,
sino el principio escondido:
a falta de pies, "un método de conclusiones";
"un conocimiento de los principios",
en el curioso fenómeno de tu cuerno occipital.
"Collected Poems (1935)", Complete poems, Penguin Books, Nueva York, 1994. Versión: J. Aulicino del blog
otraiglesiaesimposible.blospot.com

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EL TUÁTARA

En otra parte, ciertos lagartos marinos ignoran
despreocupadamente a sus vecinos -mientras van congregándose
de tal modo que no dejan lugar ni para dar un paso, con las colas encimadas
al estilo de los cocodrilos -son rodeados por pájaros que entran y
salen dandos saltos. Así la vida social entre los reptiles y las aves es
apacible. El tuátara

le permitirá a un petrel
entrar en su cueva, donde guarda sus nueve
o diez huevos... que es la cantidad que ponen los dragones, ya que
"un auténtico dragón engendra nueves hijos". El camaleón de tres
cuernos y el lagarto de collar, de la clase que no tiene patas, no toman en serio

a ningún ser que no sea volador. En
Copenhague, la puerta principal
del Mercado de la Bolsa está techada con dos pares de dragones parados
sobre las cabezas, de modo que sus cuatro
colas verdes -trenzadas así por el arquitecto- se unen verticalmente
simbolizando el amparo de una seguridad cuadruplicada.

El basilisco emplumado, Ediciones Jimmy Jimmereeno, Buenos Aires, 1991. Bilingüe. Traducción de Ernesto Montequín.

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UNA MEDUSA

Visible, invisible,
encanto fluctuante
una amatista teñida de ámbar
la habita, tu brazo
se acerca y se abre
y se cierra; pretendías
atraparla y se estremece;
abandonas tu intención.

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A UN CAMALEÓN

Oculto en el follaje de agosto y el fruto de la viña
retorcida
tu anatomía
rodea el tronco pulido y podado,
Camaleón.
El fuego posado
sobre una esmeralda tan grande
como aquella maciza del rey
siniestro,
no sabría comer del espectro como tú lo has hecho.

Traducción: Nines Gámiz y Antonio Ruiz Sánchez

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IRENE GRUSS

PALOMA GRIS

Una paloma gris acaba de mojar su cabeza
en el charco de agua.
En el charco se ven las hojas
de un árbol, que titilan,
pero no el temblor
ni las plumas empapadas
de la cabeza de la paloma.

De La luz en la ventana, recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008

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SIRENA

Ahora que todavía puedes, canta
tu delirio;
después, sirena encantada por marinos
atados a un poste,
después, sirena de voz dulce y
corazón tenebroso, incapaz
de sostener
no la nota sino la cordura
–elige el mar, no el barco–, después, elegir será
más tarde que inútil: tu canto, sirena,
te desviará a ti misma,
te perderás ahí en cubierta,
en la orilla o allá, en tu casa.
Aprovecha la garganta, ahora
que no tienes pies
en la tierra, marea y
ensordece el oído del humano
hasta que se canse,
hasta que te canses, y el
estruendo
sea como el de un barco que encalla
en el ojo de la tormenta, no en el sonido
cabal de la tormenta. O canta
esa suave y triste canción
que te sabes
de memoria, hasta que el agua misma
se confunda,
o aquella que habla de
cosas alegres,
cosas que duran, cosas
reales, imaginarias, y
tu voz suene tan real o imaginaria
que consterne. Hazlo ahora, sirena,
ahora que la prudencia,
como la noche, llama a víspera,
ahora que la luna, cantante muda,
no te ve ni te altera,
ahora, canta,
sin añorar la muerte y la vida.

De Solo de contralto (Edit. Galerna, 1997), recopilado en La mitad de la verdad, bajo la luna editorial, 2008.

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LA HORMIGA

Venía invierno,
y me propuse cargar
la hoja brillante o seca
para guardar haber; era esbelta,
sostuve la hebra
o el bulto incomprensible de llevar,
tenía el para qué, tracé
caminos para ir y
volver, e ir de vuelta,
verdes brillantes,
hojarasca, todo para qué,
invierno venía.
Ahora estoy aquí, guardada,
aterida, recuerdo la luz,
la carga, la alegría de llevar y
traer,
y el agobio (por qué habría de extender
sus alas la mariposa de un día –dijo en voz alta
la hormiga).
Invierno vino.
He traído hasta aquí hojas,
hay para comer,
la tierra está fría y húmeda,
puedo tocarla,
estirarme en el alivio
o tiritar.

De La dicha, recopilado en La mitad de la verdad (bajo la luna editorial), 2008

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LA SOBERBIA GALLINA


Soy madre única,
no comparto
si hay grasa en el caldo,
si habrá puchero hoy, la gallina
cloquea sin parar, arrima
el ala antes de que
cada huevo rompa, y después,
crudamente el cacareo, expulsa
cantando la leve razón de ser: el huevo, la gallina,
el breve sentido, a secas:
algo falla,
lo justo falla, divinamente
expulsado por mí, la ponedora.

Inédito


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