MESTRE/ percibir el otro fluir cuántico de las partículas elementales del pensamiento, la ancestralidad de los sueños, la memoria que en nosotros pervive de los mitos fundacionales del amor y la muerte


Juan Carlos Mestre

 


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TRES POEMAS PARA PIER PAOLO PASOLINI

Sólo porque estás muerto he podido hablarte como a un hombre,
de otra manera tus leyes me lo hubieran impedido.
P. P. Pasolini


I

Hubiera querido góndolas y uvas en tu frente, blanca túnica de vichí
para tu cuerpo de arbusto, vomitel, árbol enorme donde tallen
timbales, panderetas, músicas al tacto valiente de tu risa,
tarambas, oboes y luces en la noche que te cuida,
fósil de ámbar, rejalgar, cristal indefinido que gobierna
adolescentes. Pero ya el humo que resolvió a los príncipes
es témpano dulcísimo, véspero en la tarde de los Médicis,
cascabel y sedas en tu luz definitiva, vértigo ahora
cuando un arpa inicia fuentes de bálsamo en la memoria,
incienso en tu cenotafio de orégano y ciruelas, harina
en el hojaldre sin fin, honrado jinete tan suave en el galope
y hasta relincho fucsia del centauro que quiso Botticelli
para llevarte a hombros a la soledad del ibis, madre
comunal y sagrada que devoró el jaguar, cinta en el pelo,
miel de palma y almendras en el licor de los festejos.


II

Voy a nombrarte como sol que duda entre el jazmín o la libélula,
apenas aurora y ya friso de acanto que te oculta, breve fue
el amor o la alimaña y ya están los evangelios anunciando
fresas en tus labios, liebres, sacristanes, adobes y pulpa de manzana;
quiero esta extensa geografía reducida a brote simple de cerezo
y en tu oreja cultivar infiel e íntima la vida, el deseo, el goce
carnal de un cielo que devore tu muerte y te devuelva intacto
al ágora y al puente, al tren, al mingitorio, a las campanas y a la luna.
Que ya vienen las mariquitas de Roma tocando la marimba y las estatuas
y la hojarasca y las navajas no son, Dante y el cisne de Veronés,
y Venecia no se hunde por ti y no se hace inalcanzable el vértice,
porque ya estamos todos sin vergüenza en el pubis de Safo, yuruma,
jarabe de maíz, sustancia, hucha y alhelí, caimán y novia.


III

Y es preciso detener la resignación que como mañana blanca de domingo
azuza al cárabo, devolver la alegría al alcahuete, el miedo al juez, fingir
hasta el éxodo, adornar con azucena cada culpa, convidar a matrimonio,
volverse cadmio, baya, ser prodigio, retallecer, rugir y hasta ocultar
con velo lo jovial, ingerir jarabes que te vuelvan grillo y regreses
en el canto, araña, saurio, gelatina, nivel del mar que lo inunde todo.
Porque no me acostumbro, prometido, a revejecer, a regirte en el recuerdo,
a reservarte el mármol como si cónsul hubieras sido, tú, hereje mayor, joya
que adorno el pulgar, hierba que embosqueció la era, nunca harija, trigo,
rayo que destrona, hiere, apila y excarcela. Te quiero ya tambor, voz atonal,
adormidera, flauta, tubo de viento. Levanta tu cabeza, cáliz de pan, ven nómada,
regresa, hágase la justicia y alegrémonos: Ecce homo.



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PARMÉNIDES

La verdad es una diosa que enseña el camino a los errantes.
Si debe ser necesaria la luz antes ha de no ser la noche.
El olvido es la presencia aparente de lo que aún existe.
La diosa habita el círculo de la benevolencia, es piadosa.
Lo femenino es la rueda de un carro, lo masculino la otra.
Yo soy dos semejanzas paralelas de amor, dos infinitos.
No sé si las yeguas piensan o padecen, dudo entonces.
¿Es más justo el que nace o el que no pudo ser?
Cuando me muera regresaré al todo de la nada. Estoy contento.

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HERÁCLITO

Mi padre dijo: Hoy es el día del fuego
en cuya destrucción todo es diferente.
Ancho era el mar y yo quería buscarme a mí mismo,
rodee su cuello con dulzura, sus extinguidos brazos,
aquellos que tensaban el arco y en la luz del día
caricia exacta de más y más amor hacían.
También el humo hace toser a los dioses,
por eso padre mi alma está llena de fuego.
Yo le decía, pero su sueño era hallar la orilla,
averiguar el inicio de la costa, botar naves.
No se da cuenta que el agua quemó ayer todas las playas.


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La conciencia poética, como percepción que uno tiene del mundo y de los demás a través de la delicadeza del lenguaje, tal vez me haya acompañado desde la oralidad primera de lo oído en la voz de un sencillo aprendizaje, el de mi madre Esperanza Mestre que me enseñó a leer no solo las vocales de la escritura, sino el inarticulado zumbido de los pájaros y las abejas y las lluvias de otoño. Digo esto porque esa fue la traducción en mí de lo misterioso de la existencia, la entrada en un mundo regido por las fábulas de la inocencia y una amplitud de amor y misericordia hacia todo lo íntimo que era entonces el paraíso perdido de la infancia.
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Luego vino el derrumbe de la casa natal bajo la vejez del tiempo, y los espectros de la muerte y esa conciencia se fueron desplazando hacia la zona de resistencia, hacia la necesidad única de sobrevivir a la intemperie, esa otra escuelita donde la razón se borra para dejar paso a la tiza de lo invisible, al oído de lo otro, a la voz sin boca de la poesía. Y ya no hubo, ni pudo, ni quise tampoco, residir en otra casa de huéspedes que no fuese ese barracón de insumisos, el palacete de hierba o como quiera llamarse la cabañuela del extravío.

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No anda uno perdido por el laberinto, no, se camina en busca del laberinto, sabiendo desafortunadamente que siempre, al final, habrá salida, ya sea la ceguera de Homero o la tumba de Keats. En eso estuvo mi juventud, y en eso sigue la incertidumbre del tiempo presente.

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Mire usted, la poesía no ejerce ningún tipo de autoridad intelectual sobre nadie, no hay una manera exclusiva de entender el hecho poético que signifique algún grado de mayor cualidad sobre otra radicalmente opuesta. La poesía es, a mi modo de intuir alguna semejanza de su conducta, un discurso republicano donde todas sus partes son ciudadanos libres dispuestos a ejercer el derecho a estar en desacuerdo entre sí.

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No creo en fórmulas ni en preceptivas, pienso que cada poeta debe hacer exactamente lo que le dé la gana, al margen de escuelas, generaciones, movimientos estéticos o cronologías. Da igual creer en la soledad de la escritura del poeta isla o en la asamblea de la colmena de zánganos, la poesía está en otra parte, en la desobediencia a lo previsible, en la negación de la costumbre. Cada persona elige hasta donde puede su lugar en el mundo, la decisión es poca, pero en el lenguaje, la única propiedad que no nos ha logrado arrebatar el poder, la tarea tal vez no pase por poner subtítulos melancólicos a la vida sino de vivir la propia vida tal como a uno le gustaría ser olvidado o recordado, al fin y al cabo el mismo precipicio, la misma cosa sin nombre gritando en la noche.
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He escrito tres o cuatro libros, eso es todo, pequeñas variaciones sobre media docena de ideas simples relacionadas con la dignidad de la existencia, es decir: la piedad, el amor, la misericordia, reflexiones desde el lenguaje sobre la condición de otro, la proximidad a los que sufren, a los desheredados morales de la Tierra, la viuda, el huérfano, el inocente.

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Por fortuna hay una hostilidad fértil entre nosotros y las escamas litográficas, como llamaba Baudelaire al dinero. Los poemas no se hacen para vender, sino para ofrecer resistencia precisamente a ser consumidos. La poesía es inconsumible, y lo es en la medida de la incapacidad que tiene el sistema métrico decimal para dar cuenta del enigma.

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La intuición abstracta del pensamiento poético contra la pragmática del cálculo de la exactitud. Por ahí va el acto de legítima defensa que proclama la poesía contra la soberbia obstinación del poder para continuar mintiéndonos. Son las ensoñaciones del reposo de las que hablaba Bachelard las que madrugan en la voz del poeta para seguir dándole cavilación a lo misterioso. No es lo mismo leer las transfiguraciones de la sociología de la escritura en la sociedad obscena del capitalismo, que oír el ruidito de los niños de Lorca machacando pequeñas ardillas en los montones de azafrán de la imaginación.

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No se trata de llevar la imaginación al poder, sino de utilizar la imaginación contra el poder.

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La poesía es un proyecto relacionado con el desarrollo libre del espíritu, no con la utilidad social del saber empírico; un dibujo es igual que un poema, como un árbol es semejante a un pájaro en la conciencia evolutiva de lo que llamamos necesidad. Nada hay de accesorio en la naturaleza, tampoco debería haberlo entonces en la inteligencia humana puesta al servicio de la creación y los encantamientos.
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La poesía se ha borrado de la figuración para tomar existencia autónoma en la cabeza del ser humano, como lo ha hecho la música. Su capacidad de expresión llega hasta donde alcanzan los lenguajes humanos a establecer diálogo con lo invisible.

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Tal vez la poesía es la conciencia de algo de lo que no podemos tener conciencia de ninguna otra manera, una experiencia vedada a otro tipo de conocimiento, aquello que desapercibido tras la apariencia física de las cosas nos permite percibir el otro fluir cuántico de las partículas elementales del pensamiento, la ancestralidad de los sueños, la memoria que en nosotros pervive de los mitos fundacionales del amor y la muerte, la vinculación con alguna presencia original de lo sagrado, sea lo sagrado lo que para cada uno sean la huella de sus dioses, de sus antepasados, una intuición relacionada con los lenguajes del porvenir que nos permite seguir creyendo en la condición humana como una permanente lucha por la dignidad, por la aspiración más legítima de la conciencia colectiva del presente, aquella que impone en los solitarios parlamentos de la responsabilidad la única prohibición legítima, la prohibición del sufrimiento.

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