Picasso x Maar/ Picasso x Berger/ Su diabólico impulso hacia la invención, a veces profundo y a veces superficial, se derivaba de esa convicción esencial de que, en el origen, lo visible es arbitrario.
Sección: delicados dobletes
Hoy Picasso por Dora Maar y por Berger
Dora Maar -Henriette Théodora Markovitch es su verdadero nombre- fue hija de un arquitecto croata y de un ama de casa francesa, nació en París y vivió su infancia, desde los tres hasta los trece años de edad, entre 1910 y 1920, en Buenos Aires. Además fue fotógrafa, poeta, mujer del surrealismo, amante inmortalizada por Picasso como la gran llorona, belleza celebrada. Los últimos treinta años de su vida los pasó recluída y convertida a un catolicismo devoto y recalcitrante que la sacó de su refugio sólo para asistir a misa cada día.
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Picasso por John Berger
La pintura es el arte que nos recuerda que el tiempo y lo visible nacieron juntos, como un par. El lugar en el que se enfrentaron es la mente humana, que puede disponer los acontecimientos en una secuencia temporal y las apariencias en un mundo visto. Con el nacimiento del tiempo y de lo visible empieza el diálogo entre la presencia y la ausencia. Todos vivimos ese diálogo.
A Picasso le obsesionaban las imágenes de pasión y de dolor, y por eso también tenía tanta capacidad para crearlas; imágenes en las que la energía supera a lo existente, imágenes que revelan cómo lo existente, y sus disposiciones, que nosotros damos por supuestas, nunca son completas, nunca están acabadas.
Picasso no aceptaba la realidad visual como algo innato e inevitable. Por el contrario, era siempre consciente de que todo lo que veía podría haber tomado una forma distinta, de que detrás de lo que se ve hay otras cien posibilidades visibles que han sido rechazadas.
Su diabólico impulso hacia la invención, a veces profundo y a veces superficial, se derivaba de esa convicción esencial de que, en el origen, lo visible es arbitrario.
El cuestionamiento o la búsqueda de Picasso no dependía simplemente, sin embargo, de la experiencia del arte. Estaba fundado en otras experiencias humanas mucho más amplias, especialmente aquéllas en las que la energía del cuerpo supera la disposición normal de lo físico.
Fue el maestro de lo inacabado —no de la obra inacabada, sino de la experiencia de lo inacabado—. Toda la pintura trata del diálogo entre la presencia y la ausencia, y el arte de Picasso, en su sentido más profundo, se sitúa en la frontera entre las dos, en el umbral de la existencia, de lo recién comenzado, de lo inacabado.
Fama y soledad de Picasso, John Berger- Alfaguara, Traducción: Manuel de la Escalera y Pilar Vázquez Colección: Literaturas
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