DENISE LEVERTOV: Vos tenés mi atención: que es una delicadeza, más allá de lo que yo pueda decir.




Cuatro grandiosos poemas de Denise Levertov en la traducción del gran Ezequiel Zaidenwerg 
http://zaidenwerg.blogspot.com/


Poema de amor
“Somos buenos el uno para el otro”.
X

Lo que me das
es el extraordinario
sol que vuelca su luz
sobre los árboles atónitos.

Una rama
con bayas que se agita

bajo las patas de algún pajarito.

Conozco otros deleites –tienen un gusto amargo,
parecen destilados de raíces,
y sin embargo tengo sed de ellos.

Pero vos–
vos me das
ese rayo dorado de la luz
del día en la medianoche
del cuerpo,
la tibieza del mediodía de otoño
entre las sábanas, en la penumbra.



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El secreto


Dos chicas, en un verso
súbito, descubren
el secreto de la
vida.

Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron

(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no en qué consistía
ni siquiera

cuál era el verso. Ahora no tengo
dudas, pasada más de
una semana, de que olvidaron
el secreto,

el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,

y por amarme por
el verso que escribí,
y por olvidárselo
de modo que

mil veces más, hasta que las encuentre
la muerte, puedan descubrirlo
de nuevo en otros
versos

en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por

suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.

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El matrimonio

I

Vos tenés mi atención: que es
una delicadeza, más allá
de lo que yo pueda decir. Yo tengo
tu constancia hacia algo
más allá de mí misma.
La fuerza
de tu compromiso nos recarga: vivimos
de ese empuje, prestándonos coraje
el uno al otro.

II

Quisiera hablar con vos.
¿Con quién más podría hablar?
Sos vos el que hace
un mundo del que hablar.
Va madurando en tu calor
la fruta: todas esas manzanas
y las peras que crecen
junto al muro, al sur de mi
cabeza. Si prestás atención
la lluvia cae para ellas, y
ellas beben. Y si
hablás en respuesta
las semillas
saltan al suelo.
Hablá o no digas nada. Tu silencio
va a hablarme.

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Salmo de la ciudad

Las matanzas prosiguen, el dolor y la desgracia
se perpetúan a cada segundo en la cadena de los genes,
deliberadamente se perpetran injusticias,
y el aire lleva el polvo de esperanzas frustradas,
y sin embargo, al respirar el vaho, al caminar
por las veredas apiñadas entre vidas deshechas,
los martillos neumáticos rugiendo con estrépito,
un estacionamiento al sol de mayo iluminado dolorosamente,
no vi detrás, sino por dentro, del dolor con sordina,
el polvillo en el viento, las horribles fachadas de hormigón, otra pena,
un resplandor como el que da el rocío, un hogar de piedad,
no oí detrás sino más bien por dentro, un sonido, un murmullo
que derivó en una sonrisa plácida.
Nada cambió, más bien todo fue revelado de forma diferente;
no que no hubiera horror, ni tampoco que no prosiguieran las matanzas,
tampoco que creyera que la desesperanza se fuera a terminar,
sino más bien que todo, como si fuera transparente,
nos revelaba una otredad sagrada, y que eso era la dicha.
He visto el paraíso en el polvo de la calle.

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